¿Cuáles fueron los motivos que le llevaron a trabajar en Sierra Leona como cooperante y asesor de la ONG DYES?
Yo llegué a Sierra Leona en 1992, la guerra acababa de comenzar el año anterior y la iglesia católica junto a Naciones Unidas puso en marcha un programa de derechos humanos: formación de jóvenes y mujeres en el tema, trabajar con las comunidades locales para documentar y denunciar violaciones de derechos humanos e intentar fomentar el diálogo entre las partes enfrentadas. Yo me uní al proyecto por mi formación en derecho, especializado en derechos humanos y resolución de conflictos. Iba por dos años pero después fui pasando a otros proyectos y me quedé hasta 2010.
La ONG DYES nació más tarde, en 2006, cuando yo me encontraba llevando a cabo otros proyectos que no estaban, digamos, dentro de la línea en la que los grandes donantes pensaban que debería ir la cooperación en Sierra Leona. Buscábamos llegar a todos aquellos chicos y chicas que habían sido víctimas de la guerra como soldados, refugiados y que ya no estaban de moda, ya no había dinero para ellos. La ONG la crearon mis hermanas para apoyarme en este intento y gracias a ellas y a las sinergias que creó la propia ONG, conseguimos llevar a cabo lo que nos propusimos: ayudar a esos jóvenes a tener un futuro y fomentar la reconciliación entre víctimas y victimarios.
¿Desde que puso los pies en África en 1992, su vida ha quedado ligada a este continente. ¿Cuál ha sido su experiencia vital?
África me atrapó desde el primer día, no hay una explicación racional para ello. Quizás la dureza de las experiencias vividas y la realidad del día a día, las injusticias que sufre la mayoría de la población y, sobre todo, las ganas de que las cosas sean diferentes que muestran la mayoría de los jóvenes del continente tienen mucho que ver con ello.
Mediante sus publicaciones podemos ver sus opiniones y reflexiones. En su post ¿Quién ayuda a quién? en Bajo el Mango de Mundo Negro Digital, usted comenta la idea errónea instaurada en la sociedad de lo mucho que ayuda Europa a África y la obligación de seguir haciéndolo porque de otra forma el continente no saldrá nunca de la pobreza, cuando un informe titulado Honest Accounts? The true story of Africa’s billion dollar losses corrobora que si el dinero se quedara en el continente en lugar de evadir impuestos, sacando los países ricos un beneficio de ello a cambio de la explotación de los recursos naturales y se invirtiera en educación, sanidad e infraestructuras en lugar de colocarlo en paraísos fiscales, África sería muy distinta. Después de ver que la situación no cambia ¿Sigue creyendo en la Cooperación para el Desarrollo? ¿Por qué?
Sí, por supuesto sigo creyendo en la cooperación al desarrollo. Todavía sigue siendo muy necesaria para ayudar a miles de personas a cambiar la situación en la que se encuentran inmersas. Pero también abogo porque revisemos la forma en la que la estamos haciendo. Es bueno preguntarse: ¿Quién dicta la agenda de la cooperación? ¿Quién determina qué hacer y por qué?
Muchas ONG’s se centran en defender sus proyectos y en buscar dinero para mantenerse, pero si de verdad queremos que las cosas sean diferentes es necesario cambiar el enunciado. Las ONG’s deberían priorizar la incidencia política y la denuncia para cambiar las situaciones de injusticia que siguen manteniendo a África (y tantas otras partes del mundo, incluso a muchos sectores de la población de este nuestro primer mundo) en una situación de dependencia y sumisión. Habría que luchar contra esas injusticias y así se conseguiría que el trabajo asistencial de estas organizaciones, poco a poco, fuera desapareciendo.
Mientras eso sucede, hay que seguir actuando sobre el terreno, no podemos abandonar a los miles de víctimas que sufren las consecuencias del egoísmo de Occidente y de sus propios dirigentes.
De todo esto hablaremos el viernes 11 en la inauguración del Máster en atención en emergencias psicosociales y humanitarias que organizan las Universidad de Vic, Universidad Central de Cataluña y el Colegio Oficial de Trabajo Social de Cataluña.
Desgraciadamente las cifras año tras años se repiten. ¿Es culpable la comunidad internacional de mirar hacia otro lado?
En este mundo global y globalizado todos somos corresponsables de lo que sucede en cualquier rincón de nuestro planeta. El mero silencio o la indiferencia ante lo que pasa a nuestro alrededor ya nos convierte en cómplices.
Pero también es verdad que cada vez hay más personas conscientes de lo que acontece y que se implican y militan en todo tipo de causas para conseguir un mundo más justo e igualitario para todas y todos y precisamente por esto podemos seguir caminando y creyendo en la utopía de que somos capaces de transformar la realidad que nos rodea.
¿Qué le diría a las personas que están leyendo esta entrevista para animarles a cooperar ante el sentimiento de impotencia de saber que no se hace lo necesario para erradicar esta situación?
No soy yo quién para dar consejos, pero creo que la única posibilidad de que las cosas sean distintas en este mundo es que todos nos impliquemos de verdad. La fuerza de la ciudadanía, de las mujeres y los hombres de todo el mundo, es la que puede conseguir que todos tengamos las mismas oportunidades y que los poderosos de este mundo no sigan manejándonos y manipulándonos a su antojo para conseguir ganar siempre. Un mundo distinto es posible, pero no nos va a caer del cielo, los milagros no existen, hay que luchar por él.
Por Marta Ribas